“Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor), que en esta vida no podíamos estar siempre en un ser; que unas veces tendría hervor y otras estaría sin él; unas con desasosiego y otras en quietud y tentaciones, más que esperase en Él y no temiese”.

(Sta. Teresa, “Vida», cap. 40, n. 18)