Eduardo el Confesor fue rey de Inglaterra entre 1045 y 1066. Los primeros impulsos en pro de su canonización se tomaron en el reinado de Enrique II de Inglaterra. Bajo el amparo de Enrique, el Prior Osberto de Clare inició una campaña de difusión de la imagen de Eduardo como un hombre santo. El Papa Alejandro III oficiará la canonización del antiguo rey en 1161. En 1163 se trasladaron los restos del rey santo a la Abadía de Westminster. En aquella época, los santos se dividían en dos clases: «mártires», si morían de muerte violenta, y «confesores» si lo hacían de muerte natural. Por esta razón, el rey Eduardo es conocido desde entonces bajo el nombre de Eduardo el Confesor. Posteriormente, la Iglesia Católica lo nombró Santo Patrón de los reyes, matrimonios problemáticos y mujeres separadas. Se da la circunstancia que hasta 1348 fue también el Patrón de Inglaterra, fecha en que fue sustituido por San Jorge.