Quién soy yo…?
La Virgen María conoce por el Arcángel San Gabriel que su pariente Isabel va a tener un hijo en su vejez. Inmediatamente se pone en camino. Cruza Palestina y va a felicitarla y ayudarla en su trabajo. Cuando llega a su casa y le saluda, Isabel, llena del Espíritu Santo, exclama:
-«¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». (Lc. 1, 39-45).Un sobrecogedor comentario a esta anécdota evangélica…
La Virgen María conoce por el Arcángel San Gabriel que su pariente Isabel va a tener un hijo en su vejez. Inmediatamente se pone en camino. Cruza Palestina y va a felicitarla y ayudarla en su trabajo. Cuando llega a su casa y le saluda, Isabel, llena del Espíritu Santo, exclama:
-«¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». (Lc. 1, 39-45).Un sobrecogedor comentario a esta anécdota evangélica…
…
Ese desconcierto –y mucho más- debería sentir el hombre, cada hombre, ante la Navidad. ¿Quién soy yo para que todo un Dios venga a mí y a por mí? Parafraseando a San Juan, podemos decir: Tanto amó Dios al hombre que no ha parado hasta hacerse Él mismo hombre. Un salto de verdadera locura. La distancia de Dios a hombre es infinita. Poco calamos en esa realidad si no nos desconcierta. «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?. ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío…?».
Ese desconcierto –y mucho más- debería sentir el hombre, cada hombre, ante la Navidad. ¿Quién soy yo para que todo un Dios venga a mí y a por mí? Parafraseando a San Juan, podemos decir: Tanto amó Dios al hombre que no ha parado hasta hacerse Él mismo hombre. Un salto de verdadera locura. La distancia de Dios a hombre es infinita. Poco calamos en esa realidad si no nos desconcierta. «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?. ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío…?».