“Nos habemos de guardar mucho decir palabras picantes. Hay algunas palabrillas que suelen picar y lastimar a otros, porque disimuladamente le notan en la condición, o en el entendimiento, o en el ingenio no tan agudo, o en alguna otra falta natural o moral. Estas son palabras muy perjudiciales y muy contrarias a la caridad; y algunas veces se suelen decir por vía de gracia y con donaire, y entonces son peores y más perjudiciales; y tanto más, cuanto con más gracia se dicen; porque quedan más impresas en los oyentes, y se acuerdan más de ellas. Y lo peor es que algunas veces suele quedar muy contento el que las dice, pareciéndole que ha dicho alguna delicadeza y mostrando buen entendimiento, y engáñase mucho, que no muestra en eso sino mal entendimiento y peor voluntad; pues emplea el entendimiento que Dios le dio para servirle, en decir dichos agudos que lastiman y escandalizan a sus hermanos y turban la paz y la caridad.”

(P. Alonso Rodríguez, «Ejercicio de perfección y virtudes cristianas«)