Causa de nuestra alegría.

Cuenta Chesterton que un día frío y de niebla viajaba en un ómnibus con bastantes pasajeros. Todos iban sombríos, callados y aburridos. En una parada del camino subió una madre joven llevando en sus brazos un precioso niño. La madre era tan simpática, el niño tan gracioso y la comunicación entre ambos tan alegre, que la alegría se fue contagiando por todo el autobús. Al poco rato todos los pasajeros hablaban y reían y la alegría llenaba el ambiente.

Y comenta el mismo Chesterton:

«En el viaje de la humanidad por este mundo todo era tristeza y aburrimiento. Pero un día subió al carro de la vida una Madre con un precioso Niño: fue un 25 de diciembre. Jesús apareció en esta tierra en brazos de su Madre, María, y lo cambió todo».

Sigue a esta anécdota un breve e incisivo comentario…

Desde entonces la alegría renació en la humanidad. María trajo a nuestro planeta al Único capaz de alejar nuestras tristezas; al Único capaz de dar sentido a cada paso de nuestra existencia. Por eso la llamamos «causa de nuestra alegría».

Cuanto más la metamos en el autobús de nuestra propia vida, más nos contagiará su felicidad.

Agustín Filgueiras