«Suele entenderse de modo trivial, como si el Señor encendido en santa ira arremetiera contra los mercaderes de lo sagrado. Pero no es tan simple. En el templo no se podía introducir la moneda romana, pues exhibe imágenes paganas, emperadores deificados. La expulsión se produce en el hieron (atrio circundante de los paganos). La naós, es el espacio interior donde solo podían participar del culto los miembros del culto elegido.

El hieron era espacio de acogida a todos los pueblos… Sin embargo ha sido cerrado al culto y se ha convertido en lugar de mercadeo contra la sentencia: «Mi casa es casa de oración para todos los pueblos». Con el falso positivismo del cumplimiento de la ley, se había sofocado la apertura de Jerusalén a todos los pueblos. La expulsión de los mercaderes es también la conquista de un espacio divino en el que quepan los paganos, todos los pueblos de la humanidad deben tener la posibilidad de introducirse en el Templo de Dios».

(Ratzinger, Un canto nuevo para el Señor, p.100. Comentario a la expulsión de los judíos del Templo).