1791 es el año de la muerte de Mozart. Es también el año del Concierto para clarinete, de La flauta mágica y del Réquiem: una sucesión de obras maestras que, como ha escrito George Steiner, señalan uno de los más increíbles momentos de creatividad de la experiencia humana. Mozart se apaga bruscamente a los treinta y cinco años en medio de una actividad portentosa, agotado, sin duda, por el exceso de trabajo, pero quizá aún más por la tensión espiritual de su último período de creación, esa fase de 1791 en la que ya no cabe hablar de madurez ni plenitud, sino tan sólo de superación. El musicólogo Robbins Landon ha construido un relato tan ágil como completo de los últimos días de Mozart y de las circunstancias de su muerte en el contexto de la vida musical de Viena y Praga en 1791 y de sus relaciones con la corte imperial.