En 1978 España era un hervidero. El periodo dictatorial había acabado y se abrían tiempos nuevos en los que por fin los españoles, o la mayor parte de ellos, podrían alcanzar el sueño, largamente acariciado, de vivir en democracia. La situación presente en aquel entonces no era fácil. Había mucho paro, la situación económica era crítica, aunque comenzaba a remontar, y las tensiones políticas eran graves e inquietantes; pero frente a todo eso estaba la ilusión general, las ansias de vivir y la seguridad de que con el nuevo sistema político, que se estaba empezando a construir, todo iba ir a mejor. Los primeros años, tras ser aprobada la Constitución, parecían indicar que así iba a ser. Pero lo que ha acabado por producirse en una catástrofe de considerables dimensiones. La situación aconseja que revisemos el pasado reciente en busca de aquellas cosas que podamos haber hecho mal.