Estamos en el verano de 1945 en la vieja ciudad imperial de Kyoto. Desde Hiroshima y Nagasaki llegan rumores acerca de poblaciones enteras arrasadas por una bomba luminosa lanzada desde un avión extranjero. La gente espera las instrucciones del Emperador : la muerte antes que el deshonor y la derrota. Pero Japón se rinde y la vida continúa. Llegan unos hombres altos, rubios, con ojos azules, que llevan cruces y gafas oscuras y, con ellos, llegan también cambios radicales en la vida cotidiana de los japoneses, incluso en la de la pequeña Saya, a través de cuya visión de ese mundo en mutación se cuenta esta historia. Saya vive no sólo la experiencia de la violencia, la ternura, el hambre y la muerte, sino también el conflicto que enfrenta a su padre ?un importante sacerdote Shinto que presiente el advenimiento de un mundo nuevo, al que comprende y tolera? con su madre, obstinadamente aferrada a las antiguas tradiciones heredadas del abuelo samurai.
Hayato, un rico samurai japonés, adopta a Nagayuki, a quien educa según las antiguas enseñanzas y más tarde casa con su hija, Tomiko. Soplan nuevos tiempos, y Hayato, cuyo honor le prohibe hablar de dinero, pierde todos sus bienes. Anclado en el mundo irreal del pasado, envía patéticamente a Nagayuki a América a hacer fortuna, armado tan sólo de su espada de samurai y de costosos kimonos? Samurai recrea una insólita historia de amor ambientada en un periodo crucial en la historia social del Japón : el del paso de este país agrícola y ancestral al Japón moderno que hoy conocemos. Si, en El Gattopardo, Lampedusa afirmaba que había que cambiar todo para que todo siguiera igual, en esta novela Matsubara no puede sino contarnos con una acertada mezcla de lirismo e ironía cómo, cuando un viejo orden de cosas se debilita y muere, la lenta e implacable putrefacción acaba contaminando todo cuanto le rodea.