Hace 1700 años Constantino fue proclamado nuevo emperador de la actual ciudad inglesa de York. Aquel suceso fue un auténtico golpe de Estado: el orden político del Imperio romano se desmorona y los años que siguen se caracterizan por luchas intestinas entre diversos pretendientes al trono. De haber muerto, Constantino, hubiera sido un actor secundario más de la Historia. Sin embargo vence y esta victoria es atribuida a un nuevo dios, que él identifica con el Dios de los cristianos. En esta biografía, Hartwin Brandt cuenta la historia de una carrera asombrosa, en la que la orientación religiosa del protagonista resulta caracterizadora del Imperio romano de la antigüedad tardía que con su imposición da comienzo a un proceso que hasta hoy sigue teniendo alcance mundial.