La gran mayoría de mis enseñanzas han llegado a ti intactas. Sin embargo, hay algunos errores y distorsiones que deben ser corregidos. La mía es una enseñanza de amor, no de miedo. El lenguaje del miedo no puede usarse en ningún testamento que venga de mí. No debe sorprenderos que algunos —incluso aquellos que eran tan sabios como mis apóstoles— os hayan hecho creer en un Dios vengativo que os castiga por vuestros pecados. Os aseguro que están equivocados. Nuestro Dios no es un Dios iracundo, sino un Dios compasivo que te ayuda a encontrar perdón a tus errores y los de otros.