Sucedió una luna llena, luna de noche serena. El primero que lo vio fue mi perro, Rococó. «¡Calla, no ladres! ¡Tranquilo!», dije en mi elegante estilo. Pero él siguió su concierto de ladridos hacia el huerto. Entonces, una ancianita centenaria y pequeñita dijo con gran emoción: «¡Leñe, si falta un limón!». Y otro voló días después, y un tercero como al mes...