La frontera entre México y Estados Unidos es una enorme herida sangrante, un cuerpo enfermo habitado por hombres y mujeres que luchan por sobrevivir: los mexicanos ilegales que necesitan cruzar al otro lado porque de ellos depende la economía de todo un pueblo; el oficial inmigrante europeo que bajo su racismo oculta el odio a sí mismo; la mujer mexicana que niega su nombre y nacionalidad; el autor chicano que debe escoger entre escribir en inglés o en español. Todos ellos representantes de los millones de seres obligados a relacionarse entre sí a través del rencor.