Este itinerario surge de un sueño compartido: ayudar a que los voluntarios y voluntarias de Cáritas puedan releer su experiencia desde el Evangelio, fecundando así su compromiso cotidiano. A veces la acción no basta, y ni tan siquiera la reflexión es suficiente. A veces hasta la entrega más generosa se va debilitando. Incluso cuando sentimos que nuestros esfuerzos son útiles, poco a poco se nos agrieta el alma. Los brotes de vida nueva no pueden germinar cuando la tierra está dura y cuarteada. En esos momentos, el alimento se hace imprescindible. Trabajando este material en distintos cursos hemos podido constatar la necesidad que existe en el mundo del compromiso social de regar de vez en cuando con agua fresca los surcos agrietados. No es un descubrimiento nuevo o sorprendente. La vida hoy corre muy rápido, nuestros días transcurren en jornadas de trabajo intenso y entre actividades a menudo muy dispersas. Esta sociedad, obsesionada con la productividad, no valora la profundidad de lo que se vive. Pero esa necesidad sigue existiendo. Este itinerario habla de encuentros entre personas desde la vulnerabilidad de lo que son. Habla -dicho de otro modo- de ternura. Ternura como la capacidad para ser personas auténticas y expresar a los demás el afecto, el aprecio y también la necesidad que tenemos de ellos. Es el momento posterior a la vulnerabilidad. Si no nos permitimos ser vulnerables, la verdadera ternura no es posible. Será una ternura fingida, pero no real.