Sus versos rezuman un desencanto lúcido sobre las conquistas penosas de la libertad en las dimensiones amorosa, política, lingüística y doméstica. Pero de estos impedimentos nacen la belleza y la dignidad, y el poeta canta los resquicios de ternura y de cobijo en la memoria del dolor. La poesía es una casa de misericordia porque ampara en circunstancias adversas, porque es una experiencia solidaria, solitaria, compasiva y clarificadora: «Yo deseo que mi poesía sea una sala que dé amparo a alguien» dice en «El museu d’Art Modern». Y aquí coincide con la poeta rusa Anna Ajmátova, para quien «la sabiduría implica la ternura, y sin ternura no puede haber un buen poema», recuerda el escritor en el prefacio de Todos mis poemas.