Andy Warhol, uno de los artistas que conmocionaron el arte contemporáneo a principios de los años sesenta y cuyos cuadros se encuentran hoy entre los más cotizados, vivió sumergido en su tiempo, una época que observó con la misma mirada indagadora y crítica con la que plasmó irónicamente sus mitos en telas y objetos. Con la ayuda de la A (Andy, se supone) y de B, que «es cualquiera que me ayude a matar el tiempo» y a quien A puede llamar por teléfono durante horas para chismorrear y hablarle del amor, el éxito, el dinero, la belleza, la muerte, la vejez, el trabajo, las fiestas, la gente famosa, la ciudad y de cómo quitarse el estrés con una aspiradora, Warhol le va revelando al lector, con la seriedad de quien sabe que lo más verdadero linda a veces con lo más risible, una visión personal, irreverente y ferozmente sincera del mundo actual, canallesco, desorbitado, y con frecuencia grotesco.