Pío es murciano, sesentón y divorciado, y la empresa para la que trabaja en España lo envía a poner orden en la caótica filial de Cuba. Y así, entre el griterío habitual de las calles habaneras y la música salsa que sale de las puertas abiertas, se oyen los compases de una zarzuela española. Formidable mezcla, tan formidable como la impresión que causa la inocente Maricari en el español. Esa bonita Maricari, que rehúsa ser jinetera, a pesar de las presiones de su terrorífica madre. Porque en esta Habana de Dovalpage, ruidosa, pero también ruinosa, cada quien goza y se busca la vida como puede. Por ejemplo, Mercedes, que en verdad es Teófilo, y elegantemente travestida se gana la vida como consultante espiritual y santera. Maricari la consulta, y siguiendo sus consejos, aprieta el acelerador en su relación con Pío. Pero a Mercedes-Téofilo, desde que ha conocido a Maricari ya no le resultan tan convincentes los potentes encantos de su novio, y el triángulo murciano-cándida-travesti pero no tanto se vuelve una figura más digna de la física atómica que de las complicadas geometrías sexuales y sentimentales de La Habana ... Desgarrada, deslenguada, divertidísima, esta Muerte de un murciano en La Habana promete ser uno de los más gozosos descubrimientos de la novísima literatura hispanoamericana. «Teresa Dovalpage es una nueva voz literaria con méritos propios, que ha llegado para quedarse» (Benigno Dou, El Nuevo Herald).
Sobre esta colección de retratos en blanco y negro que recogen instantes de la vida cotidiana en la capital cubana Schommer escribe: Me he dejado llevar por las sensaciones, por una enorme intuición, empleando en la búsqueda el mínimo tiempo [..] He trabajado no con la "mirada preparada" sino con el ojo del fotógrafo, es decir, con el triángulo del ojo-corazón-sexo...
«Un hermoso homenaje a Anaïs Nin que convierte a Wendy Guerra en su heredera contemporánea.»Camille Tenneson, Le Nouvel Observateur Es 1922. Anaïs Nin viaja a Cuba tras el rastro de un padre ausente e idealizado, en busca de su familia. Tiene 19 años y se ha comprometido con Hugo Guiler, un rico banquero cuyos padres se oponen a que su hijo se case con una latina católica y morena. Él está en Europa meditando sobre la decisión que habrá de tomar. Ella, de vuelta en la entrañable ciudad de sus padres tras haber vivido en Estados Unidos, escribe el diario por el que será conocida. A partir de las alusiones en éste a aquel periodo, Wendy Guerra imagina lo que Anaïs pudo sentir al llegar a la isla, sus dudas sobre la conveniencia de casarse, sus deseos de ser escritora y vivir en París y su determinación de ser una mujer libre, guiada sólo por la cadencia de su deseo. «Proyecté un apócrifo de sus líneas vacías a partir de un diario casi virgen que reescribo hoy de memoria, con los ojos cerrados y puño firme. Poseída por sus testimonios. Vivimos épocas distintas, pero acabamos encontrándonos en La Habana».WENDY GUERRA
Viajeras a La Habana es una mirada personal, íntima y a la par panorámica, de esta incomparable ciudad a través de las sensaciones y experiencias de cuatro extraordinarias mujeres españolas que la visitaron en momentos cruciales de su vida y de la historia de Cuba. El texto de Isabel Segura reconstruye literariamente y con fiel detalle los itinerarios de La Habana por los que la Infanta Eulalia de Borbón, María Zambrano, Zenobia Camprubí y María Teresa León deambularon y que dejaron plasmados en cartas, diarios, ensayos o memorias. Junto a la narración, las espléndidas imágenes que nos brindan las fotografías de Pilar Aymerich, realizadas de modo expreso para ilustrar el texto de este libro, no sólo rememoran los escenarios y las vivencias de estas cuatro grandes mujeres sino que nos ofrecen una visión única de La Habana eterna. Hay ciudades que dejan huella y La Habana dejó su huella en todas ellas. · Con más de 100 fotografías a todo color de La Habana, obra de Pilar Aymerich · La edición de este libro ha recibido una subvención del Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales)
A Carlitos Barrantes nunca le interesó la política, la única bandera que conoce es la que le marca el ritmo de la música cubana; sin embargo, resulta muy difícil mantenerse al margen de las disputas políticas en un Miami que vive con la mirada puesta en el otro lado del océano.