«Quien ama a Jesucristo de todo corazón tiene siempre ante los ojos la consideración de las verdades eternas, y conforme a ellas dirige sus acciones. Quien ama a Jesucristo, ¡cuán bien comprende el dicho del Sabio: Vanidad de vanidades, todo es vanidad!; que todas las grandezas terrenas son humo, engaño y podredumbre; que el único bien y la felicidad del alma consiste en amar a su Creador y cumplir su voluntad; que tanto somos cuanto somos ante Dios; que de poco vale ganar todo el mundo si se pierde el alma; que todos lo bienes terrenos no puede satisfacer plenamente el corazón humano, sino sólo Dios; en una palabra, que hay que dejarlo todo para ganarlo todo».

(S. Alfonso María de Ligorio, “Práctica del amor a Jesucristo. Cap.XV)