Muchas veces había sentido que el tiempo se le escurría entre los dedos, pero le inquietaba saber que aún ni le dejaba huella. Para él, eso era como haber sentido de cerca la muerte, Ahora deseaba saberse intensamente vivo; quería andar sin prisas, descalzo , por algún camino de árboles inmensos, contemplativos de aquella verde felicidad.

Tenía la gana de caminar así, sin ninguna clase de permiso, de modo que sus pies pálidos y desnudos olieran al pastizal, percibieran cómo éste se transformaba en tierra en arena, hasta llegar al mar… Una mañana se despidió de su casa y salió : iba a probar andar hasta donde termina el río.

En realidad, éste sería su quinto intento, pero esta vez lo animaba no sólo un objetivo en la mente : tenía ahora en el corazón un anhelo. Caminó pues Su sendero comenzó siendo hostil y se fue haciendo cada vez más estrecho, más de lo que él y su imaginación habían, hábilmente acordado. El calor era, a ratos, asfixiante y sólo por momentos muy breves soplaba hasta su frente un ligero airecillo que le regalaba de pronto un poco de consuelo.

Cómo lo imaginó, tuvo varias caídas; sin embargo, cuantas veces estuvo a punto de desistir llegaba de repente a un lugar enteramente distinto. Así conoció los sitios más lejanos y hermosos, rebosantes de árboles y pájaros, parajes húmedos inmensamente bellos. Pero se preguntaba, cada vez, cuánto faltaba para llegar a su destino. Un día , fatigado y molesto, con vagas esperanzas, él no quiso seguir: sus pies encallecidos, ulcerados, se negaron a hacerlo. Deseó abandonar el camino y olvidarse de todo y de sí mismo.

En ese instante apareció la aurora. Miró hacia el horizonte y leyó : «Vivir no es fácil; sin embargo , es una experiencia maravillosa». Cada noche, en la íntima paz de su lecho, él se detiene y eleva la mirada : luego se inclina, cierra los ojos y sus labios esbozan un suave y vehemente «GRACIAS».

Ahora sabe que cuanta tierra pisa, ahí es su destino. Mientras sus ojos traducían con paciencia el horizonte, su inteligencia rústica recibió el suave y dulce roce de la mano de DIOS.

Reflexión : Nunca pongas un signo de interrogación donde DIOS ha puesto un punto final.