Lo cortés no quita lo valiente.
La educación y el respeto a las personas no está reñido con defender cada uno sus convicciones. No podemos perder las buenas maneras con personas con las que no compartimos criterios o formas de pensar.

Buenos modales juntan caudales y abren puertas principales.
Las buenas maneras y la buena educación, abren más puertas en la vida y dan mayores oportunidades que cualquier otro tipo de comportamiento.

Cortesías engendran cortesías.
Siendo educado y cortés siempre trae como consecuencia, que el resto de las personas sean más amables y corteses a la larga.

La cortesía es de quien la da, y no de quien la recibe.
Indica que se debe tratar con educación a todas las personas, incluso a aquellas personas que no se lo merecen o que no tienen buenos modales o buena educación.

Cuanta más grandeza, más llaneza.
Por muy sencilla que sea una persona, el mayor tesoro que tenemos es nuestro comportamiento. El comportamiento no conoce grandezas. Se puede ser importante y ser un maleducado.

De lo sublime al ridículo no hay más que un paso.
El mejor comportamiento, o una acción digna de mención puede quedar en nada con un comportamiento inadecuado o una mala educación.

Lo que se aprende de cuna, siempre dura.
Siempre que hemos recibido buenos ejemplos en casa, es difícil olvidarlo. Por eso siempre debemos actuar de forma correcta en nuestras acciones diarias para dar buen ejemplo y sembrar la semilla de la buena educación.

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Aunque tratemos de «disfrazar» nuestro comportamiento, si éste no es bueno siempre se notará que no somos personas con buena educación, con buenas maneras.

Lo bueno aborrece y lo malo apetece.
Debemos cuidarnos de actuar de mala manera, con malos modales, aunque en determinadas ocasiones es mucho más fácil irnos por «las malas». Hay que guardar la buena compostura en todas las ocasiones, demostrando nuestra buena educación y buenos modales.

Virtudes vencen señales.
Nos da a entender que, por muy poca apariencia de ser educados que se tenga, la forma de obrar nos demuestra todo lo contrario. Las virtudes interiores nos hacen más respetuosos con los demás .

Aunque vestido de lana, no soy borrego.
No se puede juzgar por la apariencia exterior. Se puede vestir de forma humilde, pero no por ello no se puede tener buena educación y buenos modales.

Al que al cielo escupe, en la cara le cae.
Si obramos de mala manera, o con malos modales, es fácil que obtengamos también comportamientos poco educados.

extraído de www.protocolo.org