Cuando me hacen un cumplido, tengo necesidad de compararme con el jumento que llevaba a Cristo el día de ramos. Y me digo: ¡Cómo se habrían reído del burro si, al escuchar los aplausos de la muchedumbre, se hubiese ensoberbecido y hubiese comenzado -asno como era- a dar las gracias a diestra y siniestra…! ¡No vayas tú a hacer un ridículo semejante…!

(Juan Pablo I, «Ilustrísimos Señores», p. 59)