Mejoría espectacular de una grave forma de estenosis de esófago (21 de abril de 1986)

La siguiente historia procede de Australia. Su protagonista es Klara, nacida en la antigua Yugoslavia en 1936. Se trasladó a Sidney en 1965. Quedó viuda en 1974. En el momento en que sucedieron los hechos, en el hogar familiar residían aún tres de los hijos.

En este relato destaca la inmediata respuesta del Cielo a la petición de ayuda de una madre viuda. La intervención San  Josemaría, nada más ser invocado por esta mujer, recuerda la ternura con que Jesucristo se compadeció de la viuda de Naím (cfr. Lc 7, 11-17), o el cariño con que miró a la viuda pobre que ofreció todos sus haberes como limosna para el Templo de Jerusalén (cfr. 21, 1-4). Estos episodios evangélicos impresionaron siempre mucho al Fundador del Opus Dei, que los comentó repetidamente en su predicación, subrayando la misericordia de Dios con las criaturas. Él mismo, en muchas ocasiones, dirigió palabras de consuelo a las viudas, animándoles a confiar siempre en el Señor, que —como afirma el libro del Eclesiástico— no desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda, cuando derrama su lamento (Sir 35, 17).

Continúa este relato de una anécdota que sin embargo es una narración histórica de un milagro…

Ya come sin dificultad

Un accidente doméstico

Las graves molestias que padecía Klara fueron causadas por un accidente doméstico sucedido en 1955, cuando aún vivía en Yugoslavia. Así lo recuerda en su relación testimonial: «Cuando yo tenía 19 años y habitaba en Subotica, Yugoslavia, una tarde, alrededor de las nueve, sentí sed y quise beber algo. Tomé de la repisa una botella que contenía una bebida gaseosa y tomé dos sorbos. Inmediatamente caí en la cuenta, llena de terror, de que la botella contenía un líquido concentrado que se usaba para lavar los suelos».

El producto ingerido era un tipo de sosa cáustica que se vendía en estado sólido. Los trozos de sosa se disolvían en agua para preparar el líquido concentrado, que a su vez era luego diluido en proporción de un cuarto de litro por cubo de agua. Aun así, el producto final, ya diluido, era tan irritante que —según refiere Klara— «después de haber lavado con este líquido diluido, las manos sangraban con frecuencia a causa del producto químico. Lo que yo bebí era el concentrado».

Ingresó de urgencia en el Hospital General, con vómitos de sangre a causa de la tremenda abrasión esofágica sufrida. Sus condiciones eran tan graves, que los médicos pensaron que no sobreviviría a aquella noche. Gracias a Dios, no fue así. Cuando se recuperó, le hicieron una esofagoscopia, que demostró lesiones irreversibles del esófago a causa de las quemaduras sufridas. Tras la cicatrización, su diámetro había quedado reducido a 32 mm., cuando lo normal es que tenga unos 40 mm. Intentaron dilatar el tubo esofágico con dilatadores de acero, sin ningún resultado.

Al principio, la paciente no era capaz de alimentarse por vía oral. Poco a poco logró ingerir alimentos líquidos o muy blandos. Un mes después del accidente, comenzó a sufrir espasmos esofágicos durante las comidas, que resultaban una verdadera tortura. Los médicos le prescribieron Buscopan (un conocido antiespasmódico), que debería tomar veinte minutos antes de cada comida; al mismo tiempo le advirtieron que no se podía hacer nada más. Aquella situación era irreversible.

Después de transcurrir otro mes hospitalizada, pudo volver a su casa. Comenzó entonces un calvario que ha durado más de treinta años. A pesar de la medicación, escribe, «casi todos los días la comida se detenía en el esófago, de modo que me veía obligada a vomitarlo o a esperar que bajase al estómago. Además, a intervalos regulares, una vez a la semana como promedio, me venían los espasmos del esófago. Durante los espasmos, que generalmente duraban varias horas, no podía comer nada, ni siquiera era capaz de tragar la saliva. Por dos veces en los últimos diez años, los espasmos fueron especialmente prolongados, pues duraron 36 y 40 horas, respectivamente».

La enferma se vio obligada a eliminar de la dieta algunos alimentos que le causaban especiales molestias; para deglutir los otros, además de tomar Buscopan antes de cada comida, debía emplear un tiempo muy superior al de las demás personas. Este hecho, unido al riesgo siempre presente de tener que vomitar, la obligó a no poder comer nunca en restaurantes ni con personas ajenas a la familia.

Treinta años después

Un día de abril de 1986, su hijo menor llevó a casa un ejemplar de la «Hoja Informativa» sobre el Siervo de Dios Mons. Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei. La había encontrado en una iglesia de Sidney.

En un primer momento, la madre no prestó mucha atención a ese folleto, pues le resultaba difícil la lectura en inglés. Pidió al hijo que rezara por ella al Siervo de Dios. Otro de los hijos le leyó algunos de los favores atribuidos a la intercesión de Josemaría Escrivá. Con estas noticias, la fe de Klara se avivó. Así cuenta ella misma el hecho de la curación, que tuvo lugar en un momento preciso y en estrecha concomitancia con la invocación al Fundador del Opus Dei:

«El lunes, 21 de abril de 1986, por la mañana, tomé la «Hoja Informativa». Miré la oración para la devoción privada (…) sin entender del todo lo que leía; pero, mientras lo hacía, sentí que el Cielo me iba a ayudar. Aquel día, por la tarde, comí unos dulces que había preparado. Al tomarlos, me di cuenta de que lograba tragar con facilidad, cosa que habitualmente me resultaba muy difícil. Además, justo en ese momento me di cuenta de que me había olvidado de tomar el Buscopan. Quedé asombrada.

»Por la noche, me disponía a comer un pollo que había cocinado siguiendo una receta húngara. Conté a mis hijos lo que había pasado por la tarde y les pregunté su opinión sobre si debía o no tomar el Buscopan. Uno de ellos me dijo: «Mamá, si tienes fe, no lo tomes». No tomé la medicina y pude comer todo sin ningún problema».

En 1988, en una segunda relación, escribe: «Desde aquel día he dejado de tomar Buscopan y no he experimentado prácticamente ninguna dificultad para comer. Sólo en cinco o seis ocasiones, cuando no he tenido la precaución de comer despacio y masticar bien, el alimento se ha detenido en el esófago, produciendo a veces espasmos que duraron entre cinco y veinte minutos. En estas ocasiones, si no cesaban, me ponía la estampa de Mons. Escrivá sobre el pecho, recitaba la oración con el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria, y los espasmos cesaban en pocos minutos.

»Por otra parte, ahora puedo comer de todo, incluso aquellos alimentos que durante muchos años no lograba tragar».

Los hijos de Klara, que durante tantos años han visto sufrir a su madre, no dudan en atribuir esta curación prodigiosa y permanente a la intercesión del Fundador del Opus Dei. En una relación escrita por John y firmada también por sus otros dos hermanos, se lee: «Ahora come de todo, incluso aquellos alimentos que antes no podía tomar, y no ha vuelto a tener espasmos. Me parece algo extraordinario, no sólo porque se ha curado de una enfermedad que ha sufrido durante muchos años, sino también porque desde abril de 1986 ha dejado de tomar la medicina que usaba en todo este tiempo».

Especialmente interesante es el testimonio de la médico de cabecera de la paciente, hebrea de origen húngaro, que estaba, por tanto, muy al corriente de su problema. La doctora excluye que la curación sea debida a los fármacos, pues —explica— «le prescribí el Buscopan para reducir la probabilidad de los espasmos, pero no existía ninguna esperanza de que esa medicina la curase».

En una relación escrita en 1989, expone sin ninguna duda que resulta inexplicable la desaparición de las molestias de la enferma. «Algún tiempo después de abril de 1986 —escribe—, Klara me dijo que a partir de un día preciso de aquel mes no había tenido ninguna dificultad al tragar y que habían desaparecido los espasmos, a pesar de haber dejado de tomar el Buscopan. Me pareció sorprendente, porque no he conocido a nadie que, encontrándose en la situación de Klara, haya experimentado una mejoría tan inmediata y tan prolongada. Sólo una vez en los últimos tres años, el 10 de mayo de 1989, tuvo un largo episodio de espasmos que requirió la inyección de Buscopan y de Valium. A pesar de esto, considero extraordinarios los tres años de remisión sin utilizar Buscopan».

Klara atribuye la desaparición de los síntomas de su enfermedad a la intercesión del Beato Josemaría. «Estoy segura —dice— de que esta mejoría tan impresionante e inesperada se debe a la intercesión de Mons. Escrivá. Desde el día en que me curé, le invoco antes de cada comida, le pido que me ayude a comer sin dificultad y le doy gracias al final».

Extraído de AQUÍ…