«Todos y cada uno parecen deciros: “Somos nuestro propio centro y nuestro propio fin”. ¿Qué persiguen? ¿Qué proyectos albergan? ¿Para qué viven? “Vivimos para nuestro exclusivo agrado. La vida no tiene sentido si no la vivimos a nuestro gusto. Nadie nos ha enviado aquí; sencillamente nos encontramos en el mundo, y seremos como esclavos si no pensamos, creemos, amamos, odiamos y hacemos lo que nos plazca. Detestamos toda interferencia, divina o humana. Nos importa relativamente ser ricos o influyentes; pero nos importa por encima de todo vivir para nosotros mismos, apurar el placer presente, asimilar toda doctrina de modo personal, pensar en el futuro y en lo invisible mucho o poco, de acuerdo sólo con nuestro capricho”. Es un pensamiento terrible y sin embargo real. La multitud de los hombres viven sin objeto alguno más allá de la escena visible».

(John H, Newman, «Discursos sobre la fe», p. 125-126)