El Obispo de Jerusalén, San Cirilo, fue una de las figuras más representativas cuando aparecieron las herejías en los siglos IV y V. Nació de padres cristianos en 315 y se adhirió a la doctrina ortodoxa de Nicea, por ello, fue varias veces desterrado. El primer Concilio Ecuménico de Costantinopla en el que participó reconoció la legitimidad de su Episcopado. El Papa León XIII le concedió el título de Doctor de la Iglesia por las 24 catequesis que compuso.