• Asegúrate de que tú y tu esposo/a tenéis una visión compartida sobre cuándo y cómo ayudar a cada uno de vuestros hijos a vivir la templanza en el uso de la tecnología. Pensad juntos sobre cómo usan ellos las horas de un día normal. Esto puede ayudar a planear momentos para pasear juntos, hacer excursiones, o algunas actividades en casa (juegos de mesa, ping pong, etc.). Esas suelen ser buenas ocasiones para tener conversaciones significativas con vuestros hijos.
  • Asegúrate de que tenéis reglas claras en vuestra casa: quizás no utilizar los dispositivos durante las comidas, dejar la puerta abierta cuando se está consultando internet, no permitir el uso de los dispositivos antes de irse a la cama, etc.
  • Reza a diario por tus hijos y por su templanza y su responsabilidad personales. Enséñales a rezar al Espíritu Santo para que les ilumine y les enseñe a hacer buen uso de su tiempo. A través de tu ejemplo y de tu propia lucha por ser templado en este campo, enséñales que el uso excesivo de la tecnología puede dificultar la capacidad de una persona para empatizar con los otros y tener sanas relaciones. Con tus acciones, demuestra la importancia de cuidar a los demás para desarrollar relaciones interpersonales, en vez de pasar mucho tiempo mirando pantallas.
  • Los niños se fijarán en tus esfuerzos por vivir la templanza y el autocontrol con la tecnología. Los padres más que hablar, deben hacer. Los hijos deberían poder encontrar siempre en sus padres una mirada de amor incondicional y darse cuenta de que sus padres disfrutan estando con ellos.
  • Aconsejo siempre a los padres que procuren hacerse amigos de sus hijos. Se puede armonizar perfectamente la autoridad paterna, que la misma educación requiere, con un sentimiento de amistad, que exige ponerse de alguna manera al mismo nivel de los hijos. Los chicos —aun los que parecen más díscolos y despegados— desean siempre ese acercamiento, esa fraternidad con sus padres. (San Josemaría, Conversaciones, 100).
  • Cuando los hijos en la mesa están pegados al ordenador, al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es una pensión… Hoy reflexionaremos sobre una cualidad característica de la vida familiar que se aprende desde los primeros años de vida: la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la vida y ser felices de poderlo hacer.» (Papa Francisco, Audiencia 11 de noviembre de 2015).

  • “La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción…” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1809).