¿No será un bocadillo pequeño?
La existencia de Dios es evidente: el hecho de que todos los científicos pongan un comienzo al planeta tierra y al universo es ya una señal cierta de que alguien lo hizo, pues de la nada, nada sale. Se diría que la fe no es necesaria para creer en Dios: sabemos que existe. En cambio, es necesario es «tener fe» para creerse que Dios no exista…
Otra cosa muy distinta es determinar cómo me afecta a mí que Dios exista. Un ejemplo es la Sagrada Eucaristía. ¿Cómo sabemos que ese trozo de pan es el cuerpo de Cristo? Por fe. Por los milagros que realizó Cristo (fundamentalmente su resurrección), que avalan sus palabras. Y, luego, hay sucesos curiosos que nos reafirman en esa fe. El siguiente es un testimonio personal (un auténtico «Me pasó a mí«) que nos muestra qué hay detrás de la Hostia consagrada.

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Ahí está el poder

Había un niño musulmán, Babátunde, de la tribu Yorubá, que venía a menudo por el centro. Siempre viene la familia a apuntar al niño, pero en su caso todavía no había aparecido; se le pidió que trajera a sus padres para formalizar la admisión como estudiante. Nos dijo que no vivía con sus padres…
– ¿Y con quién vives?
– Con mi abuela.
– Dile que venga.
– Es que no es cristiana y no sabe hablar inglés (sólo Yorubá y Pidgin English…)
– Sí, debe ser musulmana como tú…
– No -dijo Babatunde-: es animista. Es una Profetess (profetisa y jefa de sacerdotisas; hacen sacrificios a Oshún (dios de los ríos) y a Ogún (dios del trueno); también ofrecen sacrificios pacificadores a Satán- para que no coja celos y se enfade con ellos). Buscan poder extrasensorial. Lo encuentran, por ejemplo en el Agua Bendita, que roban de las Iglesias… Necesitan de ese poder y lo buscan. Los sagrarios en Nigeria están fortificados con rejas.
– Bueno, no importa, dile que venga…
A los pocos días se le vio aproximarse por el camino, vestida de Profetisa, con una túnica de color púrpura, collares de conchas; un aspecto siniestro y un aire nervioso, escudriñandolo todo.
Cuando le empezamos a enseñar el centro ella iba buscando algo, miraba, reuhía: las clases, el laboratorio, la sala de conferencias… al final le mostramos el oratorio. Ella, aunque nunca había visitado una capilla católica aparecía visiblemente ansiosa y
excitada: sin mediar palabra y como quien encuentra lo que estaba buscando señaló el tabernáculo diciendo segura y lentamente: ahí está el poder.
Tenía fe en la Eucaristía, aún sin conocerla: por que la presencia de Cristo es real.

Sucedió en Helmbridge Club, Lagos, Nigeria.