Isidro era un labrador humilde y cultivaba el campo de Juan de Vargas. Se trata de la ejemplaridad de un cristiano madrileño extremadamente sencillo que tuvo que esperar la sanción oficial de su santidad hasta el siglo XVII. Ejercitó las virtudes cristianas en el cumplimiento fiel de las obligaciones con Dios y los hombres. La tradición popular conservó la memoria de su espíritu de oración y de generosidad con los necesitados. Estuvo casado con santa María de la Cabeza, cuya festividad se celebra el 9 de septiembre. Su cuerpo se conserva incorrupto en la Catedral de la Almudena de Madrid y su culto está muy extendido entre los trabajadores del campo.