Vio la luz de este mundo en 1502 y tuvo la desgracia de perder a su padre. De este modo, su madre se volcó en su educación inculcándole valores como la honradez, la disciplina, la vida cristiana y el amor a los demás. En la juventud decidió estudiar para ser sacerdote y, junto a otros compañeros, preparó el Concilio de Trento (punto clave en la historia de la Iglesia del siglo XVI). Este tratado llevó a cabo una gran reforma en el clero y un impulso enorme en la evangelización. Fundó una Congregación en Milán y murió con 37 años en la ciudad que le vio nacer: Cremona (Italia). Su lema fue: «Servir sin recompensa y combatir sin sueldo ni provisiones aseguradas».