Obispo de Benvento en el siglo III, murió en la última persecución de Diocleciano, en el año 305, poco antes de que los cristianos fueran liberados de su yugo con la paz de Constantino. Murió decapitado, junto con varios diáconos. Sus restos han llegado hasta nosotros y reposan actualmente en la Catedral de Nápoles. Por cierto que, tal día como hoy 19 de septiembre, todos los años, se produce la licuefacción de la sangre del mártir.