El hecho de que millones de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes; el hecho de que compartan muchos errores no convierte éstos en verdades; y el hecho de que millones de personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de estas personas gentes equilibradas. E. Fromm

La segunda acepción de tolerancia es respeto a la diversidad. Se trata de una actitud de consideración hacia la diferencia, de una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta de la propia, de la aceptación del pluralismo.

Ya no es permitir un mal sino aceptar puntos de vista diferentes y legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos. Y como los conflictos y las violencias son la actualidad diaria, la tolerancia es un valor que necesaria y urgentemente hay que promover. La tolerancia pasiva equivaldría al «vive y deja vivir», y también a cierta indiferencia. En cambio, la tolerancia activa viene a significar solidaridad, una actitud positiva que se llamó desde antiguo benevolencia. En estos años de fervor tolerante apreciamos en la tolerancia tres patologías. Primera patología: el abuso de la palabra.

El grado de eficacia de un consejo paterno está en relación inversa al número de veces que se repite. La tolerancia también puede aburrir por saturación, devaluarse por tanta repetición y manoseo. Segunda patología: la intolerancia enmascarada. Debajo de muchas exhibiciones de tolerancia se esconde la paradoja del «dime de qué presumes y te diré de qué careces». Por último, en el deslizamiento de la tolerancia hacia el permisivismo encontramos la tercera patología.

Fuente: AYLLÓN, José Ramón // Desfile de modelos // Rialp