«Algunos cifran la perfección en la austeridad de la vida; otros, en la oración; quiénes, en la frecuencia de sacramentos y quiénes, en el reparto de limosnas; más todos se engañan, porque la perfección estriba en amar a Dios de todo corazón, pues las restantes virtudes, sin caridad, son solamente montón de escombros. Y si en este santo amor no somos perfectos, culpa nuestra es, pues no acabamos de entregarnos por completo a Dios».

(S. Francisco de Sales, citado por S. Alfonso Mª. de Ligorio en «Práctica del amor a Jesucristo»)