“Yo fui masón”
impresiona es la insistencia en que vendrá la muerte si revelan algo, todo ha
de quedar como secreto; le dicen con espada en pecho: “-Señor, esta espada que
siente en su pecho siempre está dispuesta a blandirse para castigar el perjuro.
Simboliza el remordimiento que desgarrará su corazón si traiciona a la orden en
la que desea ingresar”, y más tarde al darle a beber: “Señor, que este brebaje
sea para usted el símbolo de la amargura y del remordimiento que daría en su
corazón la ruptura de sus compromisos, el perjurio que podría mancillar sus
labios”. Por supuesto se habla de liberarse de toda superstición y se usa una liturgia
–fantasmagórica- tomada de cosas religiosas pero vaciada de contenido, incluso
palabras de Jesús (sin decir la autoría); luego, más espadas: “-Hermano, estas
espadas están aquí para recordarle las sanciones que su perjurio podría acarrear;
pero también para que sepa que los hermanos de esta logia están dispuestos a
defenderle”…y también se promete dar la vida por los demás aunque luego cuando
el autor disiente de la actuación de otro que le fastidia la carrera
profesional, y quiere defenderse ante la ley, le amenazan de muerte… por
cierto, que en este rito de Aprendiz (con las pruebas que hay que superar) le
queman con fuego el brazo, para “garantía de la fidelidad y de la firmeza de
sus compromisos”… hay otros signos como los
modos de reconocerse entre “hermanos”, la escuadra, nivel y perpendicular que
significa “que prefiero que me corten la cabeza antes de revelar los secretos
que me han sido confiados… escuadra que parte del pecho, significando que
estaba dispuesto a que me arrancaran el corazón antes que traicionar el
secreto”. También la hoja de acacia “que podría llevar en la solapa para ser
reconocido por mis hermanos”. Y se hace todo “en nombre del Gran Arquitecto del
Universo”. Luego cuenta como le ayudaron en un juicio a través de un juez masón
que se interesó, y otras cosas que le iban “comprando” e iba convirtiéndose en
Maestro, y tenía que ir repitiendo: “antes la muerte que violar el secreto que
me ha sido confiado”. Explica detalles de la política como de “nuestro hermano
Salvador Allende”, o cómo Giscard d’Estaing “tuvo como consejero personal a
Jean-Pierre Prouteau, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia” y cómo se
elaboró la ley del aborto con algunas de esas influencias. “Hay que decir que
la llegada de François Mitterrand al poder, con una docena de ministros
francmasones, desencadenó numerosas solicitudes de admisión en las logias”. También
se ve la relación con cosas esotéricas: “se estimulaba el pensamiento positivo,
persuadiendo a los adeptos de que pueden obtener todo lo que desean
visualizando los resultados previstos”, lo que hoy vemos en el best-seller “El
secreto” y sus “proyecciones”. Otro aspecto es “el machismo de la masonería,
exclusivamente masculina durante más de dos siglos”.
Todo acabó
cuando al no doblegarse ante una intimidación de un superior: -“Maurice, ¡eres
un hombre acabado!” y sufrir un interrogatorio algo nazi, sin enseñarle las
pruebas acusatorias, se convirtió en cabeza de turco. Con la “guillotina” sobre
su cabeza no se doblegó, y al mirar al jefe masón “ya no le vi con los mismos
ojos que antes: el encanto se había roto, la seducción había terminado… me daba
cuenta de que yo mismo había sido, durante años, víctima de aquella
fascinación… comprendí que se trataba de un acoso moral”, y a partir de ahí –y
del paso por Lourdes- comienza la “transformación”, un camino inesperado que
pasa por “el efecto curativo del canto de algunos salmos”, la tolerancia de
hombres de Dios que no participan de “esa visión maniquea de la humanidad que
viene a decir ‘los buenos somos nosotros, los malos son los demás’”, y con esa
confianza en Dios, “porque mientras somos probados no sabemos ver el plan que
Dios tiene para nosotros. Porque Dios no abandona nunca a sus hijos”, y cuando
todo parece salir mal –es cuando conecta con la renovación carismática-
llegaron al fin las alegrías y las gracias a su vida, la auténtica Luz.
Llucià Pou
Sabaté
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