La obra gira en torno a dos ideas centrales: el papel de los educadores sociales como agentes dinamizadores de procesos educativos y transformativos, y el cambio de enfoque en la intervención, desde modelos prescriptivos y directivos hacia otros más colaborativos en los que las personas y comunidades implicadas asumen un rol activo en su propio aprendizaje y en la transformación de su entorno.