El ser humano, a diferencia de los primates de su entorno evolutivo, dispone de un cerebro y de una mente con unas capacidades que van mucho más allá de los estereotipos de supervivencia. Los humanos presentamos obsesivamente actividades de lujo: la búsqueda de la belleza, el interés por la ética, la organización de actividades de ocio, el despliegue de acciones simbólicas... Ramon Maria Nogués denomina con el término trascendencia este tipo de actividades no orientadas a la supervivencia. La trascendencia no es únicamente religiosa, sino que impregna toda la vida humana y discurre por la estética, la ética, la religión, el nacionalismo, la pasión amorosa, la palabra y el símbolo. En Cerebro y trascendencia, el autor estudia al detalle —y, a menudo, con polémica— cuestiones como la singularidad humana, la emergencia del yo, el bordado del mundo mental, la trama fina de la trascendencia, sus modalidades y configuraciones (religión, creencias y espiritualidad)... La trascendencia no es analizada como un fenómeno del mundo mental que solo se expresaría de manera descompensada en el mundo religioso, sino como una constante de la mente humana que necesita, precisamente, ser atendida en un marco orientativo bien delimitado con el fin de mantener adecuadamente la estabilidad del original psiquismo humano.