En su peregrinar por la España de comienzosdel siglo XVII, uno en busca de la fama y el otro del gobierno de una ínsula,don Quijote y Sancho se topan con una variada muestra de la tipología humanaque puebla los reinos peninsulares, unidos bajo la Corona de los Austrias y lasombra de la Inquisición, pero separados por fueros, aduanas e idiomas.Ambos han aceptado arriesgar la reputación yla salud en el envite. Su aventura es peligrosa e incierta; su periplo,ajetreado y sin rumbo; su reposo y su refrigerio, leves, y al raso, o en ventasde mala muerte. Sufrirán contusiones y heridas que requerirán los cuidados dela medicina renacentista. Echarán cuentas con ducados, reales y maravedís. Mediráncon leguas, varas y celemines. Conocerán las instalaciones industriales de suépoca: molinos, batanes, imprentas, neveras. Se las verán con pastores ylabradores, con delincuentes y agentes del orden, con charlatanes y bromistas, ytambién con clérigos y nobles ociosos. Contemplarán como la pasión amorosaarrasa los corazones de los jóvenes. Prepararán pócimas y creerán navegar lasregiones celestes en un caballo mágico, y ser víctimas de pérfidos encantadores.Pero además, don Quijote y Sancho son grandesconversadores. Mientras viajan, hablarán del cosmos y de la creación, del cielo,del purgatorio y del infierno, de los mitos y las supersticiones; analizarán elgobierno y las cuestiones de política internacional; diseccionarán los malesdel sistema educativo, confirmarán la decadencia del latín como lengua franca ydeclararán a cada paso su inequívoca fe cristiana-católica, en aquella Españaen la que el propio papa hubiera parecido un moderado.