En esta correspondencia vibran todas las cuerdas de un temperamneto inmensamente rico y desigual. Si Cézanne sabía ser frívolo y despreocupado en sus cartas de juventud, aparece sencillo, agradecido y amigable en sus numerosas misivas a Zola, afectuoso y lleno de cierto respeto cuando se dirige a Pissarro, insolente cuando escribe al superintendente de Bellas- Artes, violento en sus cartas a Oller, respetuoso aunque firme para con sus padres, temeroso, triste y amargo en una carta a Gasquet, pero con la excepción de algunas juveniles, sus cartas se resienten siempre de preocupaciones; todas parecen escritas durante los raros instantes en que descansan sus pinceles; todas lo muestran continuando infatigablemente sus investigaciones pictóricas.