Los disparates del Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia o recientes soflamas políticas evidencian la descarada y burda manipulación que nuestros gobernantes y algunos historiadores, periodistas y líderes de opinión consuman con el pasado remoto o, aún peor, reciente, justo cuando proliferan trabajos desvelando las atrocidades de la guerra y la dictadura. Miquel Izard ha recopilado un gran fondo documental sobre la Retirada de Cataluña, un tema poco tratado por los historiadores que concluyen sus crónicas el 26 de enero con la caída de Barcelona. Pero desde finales de 1938 a principios de 1939, durante poco más de quince días, ante el avance de los nacionales, salieron del Principado medio millón de personas, más de la mitad refugiados del resto de España, y entre ellos bastantes soldados y muchos heridos o mutilados. Los más privilegiados huyeron en automóvil, con recursos y documentos, otros en camión o carro, pero la mayoría salieron a pie en un éxodo dantesco a causa del hambre, la sed y los ametrallamientos y bombardeos de la aviación fascista (sólo en Figueres hubo 203 muertos), empeorado por una climatología adversa con lluvia y frío, lo que provocó un gran número de fallecimientos y suicidios, perjudicando como siempre a los más vulnerables: ancianos, enfermos y niños. La política despiadada de París que derivó a los exiliados a campos de concentración contrasta con muchas pruebas de dignidad y fraternidad por parte de organizaciones como la Cruz Roja, los cuáqueros, la Aide Suisse aux Enfants Espagnols, que luego organizó la Maternidad de Elna, o de ciudadanos sencillos del otro lado de la frontera.