La enfermedad llega con su carga de dolor y perplejidad. Pero también nos sitúa en la realidad. Nos centra en lo importante y saca muchas veces lo mejor de nosotros mismos. La sencilla cotidianidad del hospital, la paciencia de las enfermeras, los esfuerzo de familiares y amigos por saber estar, las horas de estudio, el silencio de quien sale de guardia y vuelve a casa cansado pero satisfecho.