¿Qué tienen en común un padre abrumado por la enfermedad de su hijo, una mujer maltratada, un joven bisexual al que la madre no quiere ni ver, una depresiva crónica y un taiwanés que cae muerto tras casi un día entero ante el ordenador? Efectivamente, los videojuegos. A los que también juega la gente feliz. Los videojuegos pueden aislarte de la realidad e incluso pueden matarte (y la crónica de las muchas muertes literalmente debidas a los videojuegos es una parte importante –e irresistible- de este libro), pero los mundos virtuales también permiten desarrollar la mente (eso que algunos llaman la capacidad cognitiva), en ellos se pueden crear comunidades y vínculos afectivos y hay incluso quien se libera de sus traumas en lugar de encadenarse a una adicción. He aquí una teoría estética y hasta política del videojuego, escrita paradójicamente sin juicios de valor: no hay libro sobre el tema libro más completo ni mejor. Tampoco creemos que haya uno más entretenido.