Pocos papas han llegado como Juan XXIII al corazón de la gente. Su paso por la cátedra de Pedro, breve pero intenso y decisivo, supuso un cambio en el estilo y, sobre todo, el inicio de un proceso renovador y revitalizador de la vida cristiana en diálogo con el mundo contemporáneo. Su grato recuerdo perdura hoy no solo entre los católicos, sino también entre los miembros de otras Iglesias y religiones e incluso entre los no creyentes. Pero su nombre está especialmente ligado a la convocatoria e inicio del Concilio Vaticano II, el mayor acontecimiento eclesial del siglo XX. En estas páginas, el autor quiere dar a conocer a un Angelo Giuseppe Roncalli que miró el mundo con amor y ternura y mostró el verdadero rostro de una Iglesia familia de Dios. El papa Juan no fue el viento impetuoso, sino la brisa suave que anima y revitaliza, una bocanada de aire fresco que entró en la vida de las gentes y que provocó una renovación profunda, hasta el punto de constituir un antes y un después en la historia de la Iglesia.