Amante de la vida y profundamente creyente, Elvira era una persona de carácter alegre y se consagró al Señor a través de la virginidad, la pobreza y la obediencia en el monasterio, donde le nombraron abadesa. Vivió en el siglo XII y dirigió el monasterio, donde surgió su apostolado, con prudencia, amabilidad y buen consejo y destacó por sus dotes de atención a los pobres y sus cualidades para el gobierno.