Chen Lusheng es un héroe de la Policía de Shenzhen, una moderna y pujante megalópolis industrial del sur de China fronteriza con Hong Kong. El agente, que pertenecía al Departamento de Tráfico, murió en acto de servicio a finales del año pasado.
Pero Chen Lusheng no dio su vida por detener a un conductor borracho ni salvó a un autobús lleno de escolares cuando estaba a punto de despeñarse por un barranco. Sus méritos son más mundanos: el policía falleció de un atracón durante un banquete oficial con funcionarios del Gobierno local.
Tal y como manda la costumbre en China, donde la hospitalidad del anfitrión no se entiende sinagasajar a los invitados con alcohol hasta tumbarlos redondos, el agente Chen bebió literalmente hasta reventar.
Con la desmesura propia de los nuevos ricos que han proliferado durante estos últimos 30 años de crecimiento económico, los funcionarios chinos hacen gala de su amistosa campechanía emborrachándose en las recepciones oficiales y saciándose con los más deliciosos y carísimos manjares, como la sopa de aleta de tiburón o el nido de pájaro. Sosteniendo los palillos en una mano, en la otra alternan la copa con los cigarrillos que no dejan de fumar ni siquiera mientras comen en los reservados de los restaurantes de lujo.
Nada más conocer la noticia de su muerte, su desconsolada familia se apresuró a presionar a la Policía para que fuera condecorado y se le rindieran los honores propios de un héroe, como una capilla ardiente en su Comisaría. El motivo es que el agente Chen estaba fuera de servicio y sus superiores lo obligaron a asistir a la recepción oficial con los funcionarios locales.
Salvar el honor
Además de salvar el honor de su nombre, la demanda de los familiares tenía otros fines más terrenales: una jugosa indemnización. En China, donde el dinero se ha convertido en la medida de todas las cosas tras subirse al carro del capitalismo desde las penurias de la época maoísta, hasta la muerte es una buena oportunidad de hacer negocio.
Según los medios locales, la condecoración de Chen como mártir de la Policía reportaría a sus parientes una indemnización que podría llegar a los 650.000 yuanes (6.500 euros). Bastante menos de los 4,8 millones de yuanes (480.000 euros) que éstos pedían como compensación.
De todas maneras, el agente Chen no es el primer héroe que muere de un atracón en un banquete oficial en China. En noviembre, un cuadro del
Partido Comunista de la provincia de Anhui también falleció en una cena con empresarios, mientras que otros funcionarios del Gobierno cayeron en coma etílico en sendos casos registrados a principios del año pasado.
Todos estos episodios han revelado la corrupción reinante entre los funcionarios estatales, que se aprovechan de sus cargos para sufragar con fondos públicos los excesos de los banquetes oficiales. Se calcula que éstos le cuestan cada año al Gobierno unos 500.000 millones de yuanes (50.000 millones de euros), una monstruosa cifra capaz de liquidar a héroes tragones como el agente Chen.