Se cuenta que en la batalla de Luzten, en 1813, el general Latour Maubourg resultó tan gravemente herido en una pierna, que tuvieron que amputársela. Durante la operación estaba presente su asistente, el cual lloraba como un niño al ver los terribles dolores que el general tenía que soportar. «Vamos, -le dijo éste- no quiero que llores más. Piensa que el asunto tiene un lado bueno. Y es que, en adelante, sólo tendrás que limpiar una bota».