Citas del libro Le llamé corbata

Soy un ser humano comprimido

Yo mismo era una raya sin sangre.

No quería encontrarme con nadie. Encontrarse con alguien significa implicarse. Quedar anudado a un hilo invisible.

Encontrarse con alguien hace que te conviertas en parte de su tejido; precisamente esto era lo que trataba de evitar.

Volver a mirar desde unos ojos perplejos. Me refiero a que fueron mis ojos los que enfermaron en primer lugar. Después les siguió mi corazón.

Vivimos unos con otros bajo el mismo techo y, si no sentimos la urgencia de salir fuera, es sencillamente porque consideramos que es normal vivir así, bajo un mismo techo.

Fue aquel viento el que nos presentó.

Alguien que suspira de ese modo, pensé, no está únicamente cansado. Lo sentía, más que pensarlo. Sentía que se trataba de alguien que estaba cansado de la vida.

Lo hacía siendo tan completamente consciente de lo que hacía que el acto cotidiano se convertía en algo relevante.

Llorar es un asunto privado.

Su mirada y el reconocimiento con el que me había alumbrado tan solo iluminaron un poco el espacio a mi alrededor.

Con mis ojos interiores vi.

Su secreto nos había hecho aliados.

Lo mejor del trabajo es volver a casa.

Mientras haya esperanza, no quiero saber cómo sería si le dijera la verdad. ¿Y para qué, en todo caso? Se merece algo mejor, algo mucho mejor que la verdad.

Me llamo Taguchi Hiro. Tengo veinte años. Veinte años es la edad que escogí para mí.

Cada hombre es una acumulación de historias.

Se pueden escribir poemas funerarios, cientos de poemas, acerca de una misma muerte; sin embargo, cada uno de ellos dirá una cosa diferente dependiendo de lo que decida omitirse.

Desde que fui despedido el tiempo se ha vuelto aproximado.

Nunca he engañado a Kyōko con otra mujer. Puedo afirmarlo con sinceridad. Ninguna tentación era tan poderosa como la promesa que le había dado.