Su espíritu se desarrolló en un ambiente de religiosidad. Estudió Derecho y se encargó de las tareas administrativas y judiciales del Emperador de Roma. En cambio, su corazón aspiraba a cosas más altas y se despojó de sus ricas vestiduras y convierte su palacio en monasterio. En 586 las aguas del Tíber se desbordan causando un gran holocausto. Muere el Papa Pelagio II y Gregorio le sustituye. Fue un buen pastor y fue un incansable restaurador de la disciplina Católica. Renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Su obra fue inmensa y su voz fue buscada y escuchada en toda la cristiandad. No luchó con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores. Murió en el año 604.