Si algo caracteriza al Mediterráneo es la mezcla de culturas. Desde los comienzos de la civilización , por sus aguas han navegado y convivido de pueblos , de diversas costumbres y . Quizá por eso, aunque algunos se empeñen en poner , los gibraltareños son abiertos, alegres y acogedores. Adictos al té y fans de la .

Así es Ana María Hayden, nacida en Gibraltar, pero de origen . Y su marido, Brian Hayden, gibraltareño de origen irlandés.

Cuando era pequeña, Ana María estuvo a punto de morir dos veces por una afección pero finalmente salió adelante, por eso, su madre le siempre que Dios le había dejado en la tierra para algo. Y así ha vivido ella, buscando ese algo.

Cuando tenía 17 años se le ocurrió a Dios qué tipo de hombre había pensado para ella. Y le pidió un hombre bueno. Y puestos a pedir, pidió hasta el final: gibraltareño, de 23 años, que no fumase y que no le gustara el fútbol. Dios no defrauda y en tiempo récord -dos semanas- conoció a Brian, que cumplía todos los requisitos.

Llevan 36 años casados. Aunque no tener hijos, nunca han tenido la impresión de no haber compartido su amor: familiares, amigos y vecinos han sido de la de los Hayden, y ellos siempre han vivido con la de haber recibido mucho de Dios.

Ana María seguía buscando la pieza que faltaba en el puzle de su vida. Un día, sin saber por qué, se acordó de un cura que había visto de pequeña en la y que hablaba de ser santo en el trabajo, en la calle… también en este trozo de tierra . Ella siempre había intentado sembrar paz a su alrededor y por eso, conectó con el mensaje. Aquel sacerdote era san , el fundador del Opus Dei.

El Opus Dei empezó a trabajar en en 1956 y, en contra de lo que piensan muchos, «que es algo local o que está a intereses «, está en casi 70 países. Su labor consiste en proporcionar a las que quieren, para ayudarles a actuar cristianamente en medio de todas las , de manera libre y responsable.

Ana María y Brian Hayden son supernumerarios, han descubierto que el Opus Dei es el lugar que Dios tenía para ellos. Como concluye ella: «Soy muy feliz. Saberme hija de Dios me da un gran consuelo y la idea de amar al mundo apasionadamente, de conseguirle muchos amigos en la tierra, me llena muchísimo. Sé que he llegado «a casa». Éste era el tesoro que Dios quería regalarme».