San Josemaría lleva al joven empresario Luis Gordon al Hospital General
al tener que dedicarse a una tarea molesta para atender a un enfermo
—limpiar el vaso de noche—, oraba al Señor pidiéndole que no se
expresara en su rostro la repugnancia interior que sentía al hacer
aquello.
En una ocasión un obrero de la maltería, un
hombre política y socialmente muy radicalizado, que estaba internado en
un hospital, se quedó asombrado al ver que aquel hombre joven que le
cuidaba y le lavaba las heridas era el mismo ingeniero de la maltería.
En
los comienzos del Opus Dei, cuando acompañaba a san Josemaría en una de
sus frecuentes visitas a los hospitales, en aquel caso en el Hospital
General, se dispuso a limpiar un orinal usado como escupidera. “Vi que
palidecía tremendamente —recordaba San Josemaría—, pero se dirigió a un
pequeño cuarto del hospital, donde había un grifo y unas brochas para
lavar esas cosas. Lo seguí, pensando que podía caerse redondo al suelo,
y me lo encontré con la cara radiante de alegría. En vez de utilizar
las escobillas, metía la mano para limpiar bien el orinal. Me quedé muy
contento y le dejé hacer. (…) Después, me contaba que había pensado:
¡Jesús, que haga buena cara!”.Aludió a este suceso en un punto de Camino:
¿Verdad,
Señor, que te daba consuelo grande aquella «sutileza» del hombrón-niño
que, al sentir el desconcierto que produce obedecer en cosa molesta y
de suyo repugnante, te decía bajito: ¡Jesús, que haga buena cara!?
Continúa la anécdota con citas sobre el valor de tu sonrisa…
Citas citables sobre el valor de tu sonrisa
¿Sabes que la sonrisa se nota al otro lado del teléfono?
June Ander Fronder
La sonrisa
es el alumbrado
de la
cara y la
calefacción
del corazón.
–BÁRBARA
JOHNSON
No hay ninguna cosa seria
que no pueda decirse
con una sonrisa.
(Alejandro Casona)
Casi toda
sonrisa es producto
de otra
sonrisa.
—FRANK
A. CLARK
La sonrisa
habla
todos
los idiomas
G.
Willer
Muy frecuentemente las
lágrimas
son la última sonrisa
del amor.
(J. Stendhal)
—MADRE TERESA
Sonríanse unos a otros.
Sonrían a su esposa,
a
su marido, a sus hijos,
a
quien sea. Sonreír nos
ayuda a crecer en amor
por los demás.
Nadie
necesita tanto una
sonrisa
como quienes
no tienen
ninguna que
ofrecer.
—ANÓNIMO
Preséntate
con una cara
alegre.
Es tu vitrina,
tu escaparate,
tu mejor
publicidad.
—
DAVID BRANDT BERG
Las arrugas
deberían ser
simplemente
la huella de
las sonrisas.
—MARK
TWAIN
—WILBUR D. NESBIT
Cualquier
sonrisa vale más
de
un millón de dólares,
y
no cuesta ni un centavo.
Las sonrisas
tienen el mismo
efecto
en la humanidad que
el sol
en las flores.
—JOSEPH
ADDISON
Con la
sonrisa tendrás amigos;
Con el
ceño fruncido, tendrás arrugas.
—GEORGE
ELIOT
Es una
terapia
gratuita.
—DOUG
HORTON
«Un día -recuerda Herrero Fontana- me propuso el Padre (San Josemaría):
-¿Por qué no me acompañas a visitar a algunos enfermos?
Acepté,
y fuimos una mañana al Hospital General, que estaba en Atocha, junto a
la Estación de Ferrocarril. Era un caserón enorme, con un gran patio
central y techos muy altos. Un edificio frío, triste, desangelado. No
podré olvidar nunca la impresión que me causó lo que vi allí dentro.
Era casi dantesco: las salas, inmensas, estaban abarrotadas de enfermos
que, como no había camas suficientes, se hacinaban por todas partes:
junto a las escaleras, en los pasillos, a lo largo de las crujías,
sobre colchonetas, en jergones tirados por el suelo… con fiebres
tifoideas, con neumonías, con tuberculosis, que era entonces una
enfermedad incurable. En su mayoría eran pobres gentes que habían
llegado a la capital, huyendo de la miseria del campo para hacer fortuna, y se encontraban con aquello…
En
Madrid no había hospitales capaces para atender a tantos enfermos; y en
los hospitales tampoco había personal suficiente para cuidar de
ellos… Durante sus visitas, el Padre, además de confesarles, les
prestaba pequeños servicios materiales.
Eran tareas que ahora suelen estar resueltas, pero de las que, en
aquellos tiempos, en aquella situación de penuria y abandono, no se
ocupaba nadie: les lavaba, les cortaba las uñas, les aseaba el cabello,
les afeitaba, limpiaba los vasos de noche… No les podía llevar
alimentos, porque estaba prohibido, pero siempre les dejaba una buena
lectura.
Les
pedía a esos hombres y mujeres enfermos, muchas veces desahuciados por
los médicos, que ofrecieran sus dolores, su sufrimiento y su soledad
por la labor que hacía con la gente joven
Como
yo era muy joven todavía, el día que le acompañé me quedé algo atrás,
observándole, mientras atendía a los enfermos. Guardo esa imagen
grabada en el alma: el Padre, arrodillado junto a un enfermo tendido en
un pobre jergón sobre el suelo, animándole, diciéndole palabras de
esperanza y aliento…
Esa
imagen no se me borra de la memoria: el Padre, junto a la cabecera de
aquellos moribundos, consolándoles y hablándoles de Dios… Una imagen
que refleja y resume lo que fueron aquellos años de su vida».
Tomados de aquí…
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