Nació en 1809 en Madrid. Procedía de una familia muy acomodada, pero cuando aún era muy joven perdió a sus padres. Recibió una educación muy seria. Su hermano fue nombrado embajador en París, después en Bruselas y ella tuvo que acompañarlo. Aquí, mientras por las tardes y noches tenía que estar en las labores mundanas de la diplomacia, por las mañanas visitaba pobres, enfermos e iglesias muy necesitadas. Cuando regresó a España, Micaela abandonó su barrio rico y se fue a vivir con unas mujeres pobres. Tuvo como director espiritual a San Antonio María Claret, y bajo su dirección pudo progresar grandemente en santidad. En 1859, con siete compañeras, funda la Comunidad de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento para adorar a Cristo en la Eucaristía, trabajar por preservar a las muchachas en peligro y redimir a las pobres que cayeron en los vicios y en la impureza.